miércoles, 28 de septiembre de 2011


I


Entre diáfanos filamentos y tu voz
te prefiero presente
como el cerezo en flor
como el olivo en llamas
en tu mar de hierba, te abrigo
y espero soltar la alondra
viva de esperanza y encanto.
Te quiero y recuerdo
como un reflejo en el agua
como el movimiento de las copas
de los árboles fraudulentos.
Te digo, te espero
a que pasen los cometas
demorándose los dinosaurios
cuyos vestigios, aún vivos
caminan a tu lado.
Te dejo cuando el alba aún está rota
mientras mi corazón se humedece
en un extraño navío.


II


Ya no habrán más paseos por la tarde
ni reflejos ni queltehues
ni mañanas en silencio
ni preguntas sin respuestas
no habrán más abedules muertos
ni pájaros cantando
ni películas en blanco y negro
ni cariños acaramelizados
no habrá más frío y sed
ni pensamientos oscuros
( no habrá más pecado)
espero, tu perdón yo espero
ni sarcasmo
ni ironía
ni crueldad
ni lecturas en silencio
ni melodías entonadas
ni sombras de un ferrocarril
ni espaldas con lunares más suaves que el durazno
bajo un aromo te espero
una estrofa a cambio de una disculpa
no olvido y perdono
y es la vacuidad de la flor aniquilada
mutilada
como el lamento de tu histeria sin sentido
de los temores nocturnos
de una humedad disuelta que se avecina
de una tinta interrumpida
del nadador sin fondo
del momento siguiente
de los suspiros rodeando la escalera
de ese décimo octavo piso.


III

Hastío, navío, sombrío
bajo la sombra del abedul
sobre el alero de un sombrero
junto a la ciénaga
cerca del álamo
de una mañana manchada
con tinta y esperma
con rocosas intenciones
y ausentes colores
con el azul del alba
y lo poblado del mar
y el ave
asesinada 
te deja ver con espanto
que han matado a sus hijos
lanzando picotadas y escupitajos florales
riéndo por sólo un instante.